A veces en la vida tenemos que afrontar alguna situación que nos sorprende de modo imprevisto ocasionando un cambio radical en nuestra cotidianidad. Quedamos perplejos, desolados, desorientados y sin saber cómo continuar después de lo que nos pasó. En la cultura oriental la palabra “cambio” se representa con dos ideogramas que a su vez ilustran dos términos: “peligro” y “oportunidad”.

Todo cambio lleva implícito una gran dosis de valor personal. Nos obliga a adaptarnos a las nuevas condiciones del entorno, y es ahí donde hemos de invertir buena parte de nuestro esfuerzo emocional y físico,  a la vez que arriesgar nuestro bienestar y seguridad. La incertidumbre nos paraliza. Sin embargo, si no damos el paso, nunca sabremos qué rumbo vamos a tomar.

En este cuento, uno de los hermanos se agarra al miedo, y el otro prefiere arriesgar. ¿Qué harías tú?

LO BUENO ESTÁ POR VENIR

El día que el fuego arrasó la Fábrica de Botellas de los hermanos Galán Pumpido, Rafael y Santiago miraron por última vez el grabado de forja que colgaba sobre la puerta de entrada. BOTELLAS GALÁN PUMPIDO, SL. Y se abrazaron justo cuando éste se desplomaba sobre un amasijo de cristal, madera y cemento, que era lo que quedaba de aquel sueño que tuvieron poco antes de que su padre falleciera. Vivir del cristal.

Nunca la vida para la familia Galán Pumpido había sido fácil. Pero nunca había sido tan difícil como en aquel momento. Y ahora, los hermanos Rafael y Santiago, para quienes tomar decisiones suponía siempre un desafío, tenían que vérselas de frente con su mayor pesadilla. Decidir sin la ayuda de su padre.

Los hermanos Galán Pumpido durante semanas contemplaron las ruinas de su fábrica, con la esperanza de que un milagro las levantara y todo volviese a ser como siempre. Pero los milagros no existen, no al menos en esta familia.

Para sus vecinos en el pueblo, verlos sentados frente a lo que había sido la fábrica era ya una costumbre. Así, la mayoría de ellos solía llevarles algo de fruta, una cerveza, pan…, para hacerles más llevadero el dolor. Y a la vez, le lanzaban algún mensaje de ánimo.

– Tranquilos, tened paciencia, ya veréis como salís de ésta. Lo bueno está por venir.

– No os preocupéis, ya no puede pasar nada peor. Seguro que pronto viene lo bueno.

– Es una pena lo que os ha pasado, pero ya veréis como lo bueno llegará pronto.

Así, esperando que lo bueno llegara, los hermanos Galán Pumpido dejaron pasar 14 largos meses.

Pero lo bueno no vino.

– ¿Qué haremos, Rafael? – preguntó Santiago.

– Esperar a que llegue lo bueno – contestó Rafael.

– ¿Y si lo bueno no viene?

– Vendrá. No tienes más que escuchar a la gente del pueblo. Ellos dicen que lo bueno, vendrá.

Una mañana del mes catorce, Santiago jugaba con varios trozos de cristal dispersos por el suelo. Y de repente, se sorprendió al formar con todos ellos una hermosa imagen multicolor.

– Mira, Rafael, podríamos aprovechar el cristal roto para hacer vidrieras para decorar las ventanas de la iglesia, de la escuela, de la biblioteca…Todo el pueblo compraría nuestras vidrieras, no tendríamos que seguir viniendo a quejarnos de nuestra suerte.

– Calla, Santiago. Calla y espera aquí sentado, que lo bueno tiene que estar a punto de llegar.

Pero Santiago no pudo esperarse y en no más de dos meses ya tenía la agenda completa de pedidos. Primero fue el cura Don Ramón quien contrató sus servicios para decorar la Iglesia. El resultado fue tan bonito, que el matrimonio Cadalso de la Higuera le pidió a Santiago que para su casa quería unas vidrieras el doble de bonitas que las del cura. En la escuela colocaron varias decorando las escaleras de la Biblioteca, también en la Casa de la Cultura, e incluso en el Taller de Costura de Doña Rosario Macías. Nadie en el pueblo quedó sin una cristalera que decorase su casa. Y pronto la noticia corrió a los pueblos cercanos, y cada vez a los más alejados…y pronto todo el mundo quería una cristalera de vidrio para decorar sus ventanas.

Santiago Galán Pumpido, exhausto de trabajar, con una cuadrilla de más de veinte jóvenes, y con sus cajones llenos otra vez de dinero, fue en busca de su hermano Rafael, de quien le habían dicho que aún seguía esperando frente a las ruinas de la fábrica de cristal.

Santiago lo vio más viejo, y más delgado. Y más ausente. Y le dijo:

– Hermano, ¿qué haces ahí?

– Sigo esperando que llegue lo bueno – susurró Rafael.

– Ven, sígueme – Santiago cogió a su hermano del brazo y tiró de él. Lo paseó por el pueblo mientras la luz que salía de todas las casas y atravesaba las vidrieras, proporcionaba al paseo una imagen idílica que Rafel no recordaba.

– ¿De dónde sale esa luz? Preguntó.

– De allí. Dijo Santiago señalando una enorme fábrica de vidrieras que en pocos meses se había convertido en su sustento.

Sobre la puerta de entrada de la misma, había un enorme cartel que el propio Santiago había grabado en madera y en el que se leía:

VIDRIERAS “LO BUENO”.

Puedes hacer como Rafael; esperar sentado a que llegue lo bueno. O puedes hacer como Santiago; construir con lo que ahora crees que son las ruinas de tu vida, algo nuevo, algo bonito. Cualquier cambio, por muy agresivo que sea, es una oportunidad de transformar y de crear. No te quedes sentado, empieza a crear tu futuro.