Hace unas semanas me sorprendió escuchar en la radio la noticia de que la mítica marca de juguetes Famosa había entrado en pre concurso de acreedores por problemas financieros. Esto me llevó a reflexionar sobre qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que el sector del juguete esté atravesando una crisis.

Es evidente que las condiciones sociales en las que viven los niños hoy han cambiado su estilo de vida y, por tanto, su comportamiento en relación con el juego. Hace solo unas décadas, la principal ocupación de los niños al salir del colegio era jugar. Hoy, con el avance de la cultura urbana, los niños han sido expulsados de muchos espacios públicos. El cartel de “prohibido jugar a la pelota” aparece cada vez con más frecuencia en plazas y zonas comunes.

En la sociedad actual, los niños no pueden salir solos a la calle a jugar debido a los riesgos existentes, y la organización de su tiempo después del colegio depende en gran medida del trabajo y disponibilidad de sus padres. Sus posibilidades de ocio autónomo y activo disminuyen, mientras que el uso de la televisión, los videojuegos, internet y otros dispositivos se intensifica.

Además, están sobrecargados de tareas escolares y actividades extraescolares. Las viviendas suelen ser pequeñas y, en muchos casos, tienen pocos hermanos. Como consecuencia, los espacios y tiempos para el juego y la interacción social con sus iguales son cada vez más escasos.

La infancia parece acortarse progresivamente. Existe una temprana adopción de modelos de comportamiento adulto, un abandono prematuro del juego y un acceso anticipado al estatus de consumidor de productos destinados a mayores. Esto está propiciado por los modelos a los que los niños están expuestos a través de la televisión, las redes sociales, otras pantallas y el propio tiempo que pasan con adultos. Son modelos cada vez más alejados del mundo infantil tradicional. En definitiva, estamos ante un cambio profundo en el perfil de juego y de consumo de los niños.

Aunque los pequeños disponen de un equipamiento tecnológico sin precedentes —televisión en su dormitorio, móviles, ordenadores con o sin conexión a internet, videoconsolas—, muchas veces carecen de las experiencias que realmente sostienen un desarrollo cognitivo y social sano: las que provienen del juego libre y la interacción con sus iguales.

Estamos asistiendo a un acceso precoz a modelos y productos propios de la vida adulta. Pasan menos tiempo jugando con otros niños y más expuestos a modelos adultos a través de pantallas. Todo ello configura un nuevo perfil lúdico en la infancia.

Los adultos, como responsables directos de los niños, debemos proporcionarles las mejores condiciones para su desarrollo: espacios y tiempos adecuados para el juego y personas con quienes interactuar. De lo contrario, su socialización y su modo de comprender la realidad estarán cada vez más influidos por los mensajes de los medios de comunicación. La televisión y otras pantallas adquirirán un protagonismo excesivo en detrimento de formas de socialización mucho más adecuadas y enriquecedoras.

El juego no es sólo diversión, es un derecho fundamental de la infancia reconocido por la ONU y es esencial para su desarrollo integral, tan vital como el alimento.

Por eso, en estos días en los que las familias invierten tantos recursos en la compra de juguetes no está de más reflexionar también sobre la importancia de conceder a los niños tiempo, espacio y compañía para jugar. Porque proteger su juego es, en definitiva, proteger su infancia.

 

Macarena Gea Maldonado

Psicóloga sanitaria AN-04835