El término bebé de alta demanda fue acuñado por el pediatra William Sears en la década de 1990. El motivo que le llevó a ello fue el nacimiento de su cuarta hija, que se comportó de manera muy diferente a sus hermanos. Era una niña que lloraba continuamente y que solo encontraba consuelo en los brazos y el pecho de su madre.

Su experiencia personal y profesional en su consulta le llevó a concluir que existen determinados bebés que son excesivamente demandantes y no admiten alternativas, como suele ocurrir con el resto de bebés, para consolar su llanto.

No existe ningún test científicamente contrastado para identificar a estos bebés, pero Sears determinó que, para definir a un bebé como de alta demanda, debe cumplir prácticamente todas estas características:

  • Intensidad emocional desmesurada. Expresan todo su registro emocional de manera exagerada, tanto su enfado o pena como su alegría.
  • Necesitan atención continua, de ahí que se les llame “de alta demanda”.
  • Son impredecibles. Los métodos que funcionan hoy para realizar cualquier actividad de la vida diaria pueden no funcionar mañana (comer, dormir, calmarse).
  • Son muy sensibles, tanto a nivel emocional como ante cualquier estímulo del entorno.
  • Sienten gran necesidad de contacto físico y de tener cerca a su cuidador de referencia.
  • Mantienen una actividad excesiva e ininterrumpida. Parecen siempre tensos, en estado de alerta continua.
  • Son absorbentes. Demandan contacto, cariño, juego, brazos… y cuando parece que lo tienen todo, siempre necesitan más y más.
  • Piden alimento con frecuencia, pero no por necesidad nutricional, sino porque la succión les calma.
  • Se despiertan con frecuencia, incluso por la noche; no necesitan dormir demasiado.
  • Se muestran permanentemente insatisfechos, aunque atendamos sus demandas.
  • Les cuesta autorregularse y necesitan la presencia continua de su cuidador habitual para tener momentos de calma.
  • Muestran angustia ante la separación de sus padres; no se acostumbran aunque pase el tiempo, e incluso puede intensificarse.

No se trata de un diagnóstico clínico; estos bebés no padecen ningún trastorno. Una vez que se han descartado otras posibles causas que expliquen este comportamiento, se utiliza este término como diagnóstico de exclusión. Simplemente son bebés que tienen necesidades de atención y contacto mayores. Puede considerarse como un rasgo que conformará su personalidad.

¿Qué deben hacer los padres ante esta situación?

En la mayoría de los casos, nos estrenamos como padres creyendo que tenemos que controlar a nuestros hijos si no queremos que ellos nos controlen a nosotros. Tememos ser manipulados y nos sentimos culpables al pensar que estamos haciendo algo mal que provoca este tipo de reacción en nuestro hijo. Además, nos sentimos juzgados por los demás, que, aunque con buenas intenciones, no paran de darnos consejos de crianza, muchos de los cuales no sirven para nuestro bebé.

Un primer paso es entender que los bebés pequeños no manipulan, se comunican. Simplemente estamos ante un tipo diferente de bebé que necesitará un tipo diferente de crianza.

Debemos asumir la realidad que tenemos, aceptar cómo es nuestro hijo e integrar lo que nos está sucediendo. El apoyo emocional de otras familias en la misma situación puede ser muy beneficioso, así como la orientación de profesionales que nos acompañen en este proceso.

En estos casos, un estilo de crianza autoritario suele empeorar las cosas. Responder a sus demandas no los malacostumbra, sino que les da seguridad. Y aunque sean imprevisibles, las rutinas claras ayudan a que puedan anticipar lo que viene y sentirse más tranquilos.

Estas características tienden a suavizarse a medida que crecen. Seguirán siendo personas intensas, sensibles y muy energéticas, pero esa intensidad puede transformarse en cualidades que se conviertan en verdaderos puntos fuertes de su personalidad.

Si necesitas asesoramiento con tu bebé, estaremos encantadas de ayudarte.

Macarena Gea Maldonado

Psicóloga sanitaria AN 04835