Hoy día parece bastante aceptada la idea de que escolarizar a los niños a edades tempranas, lejos de ser perjudicial, les aporta numerosos beneficios. No obstante, este post pretende hacer una revisión de la evidencia científica que sostiene esta idea, analizando las ventajas e inconvenientes para el niño tanto desde el punto de vista sanitario como de su desarrollo psicosocial. Así mismo pretende resaltar qué estándares debe cumplir una escuela infantil para considerarse de calidad.

Actualmente no es del todo bien conocida por la sociedad, y no es reconocida como se merece la Educación Infantil de 0-3 años  que se  sigue considerando como un momento evolutivo con relativa importancia, y valorado simplemente como un servicio que permite la conciliación de la vida familiar y laboral, especialmente desde que la mujer ha tenido acceso al mercado laboral.

Este hecho provocó que las guarderías, ahora llamadas escuelas infantiles (E.I.), nacieran desde un enfoque asistencial y sin intención educativa. Afortunadamente, hoy día, la escuela infantil está amparada por las leyes educativas y su valor está en alza.

Aun así, el motivo fundamental por el que una familia se plantea escolarizar a su hijo antes de los 3 años es la conciliación, compatibilizar la actividad laboral de ambos progenitores con la crianza. Y muchas veces lo hacen en contra del consejo de los abuelos que los ven muy pequeños para criarse fuera del entorno familiar.

Algunos de los temores de los padres, y abuelos,  pueden ser que el desarrollo del niño se retrase por no tener una persona íntegramente dedicada a él o que no se satisfagan sus necesidades emocionales al ser atendido dentro de un grupo de iguales. Sin embargo los estudios indican que, bajo ciertas circunstancias, la experiencia puede ser beneficiosa y que el cuidado en el entorno familiar no tiene por qué ser la única experiencia en los primeros años de vida. Los centros “buenos” no deben ser motivo de preocupación sobre el cuidado en grupo.

Existe mucho temor  también a que se vea afectada la salud del menor.

Según la Asociación Española de Pediatría,  es cierto que en comparación con los niños cuidados en casa, los que van a centros de educación infantil grandes (de más de 10 aulas)  antes de los dos años y medio tienen más infecciones respiratorias  y otitis  durante ese periodo. Como contrapunto, los estudios señalan también que posteriormente, entre los cinco y los ocho años tienen menos infecciones, lo que resultará beneficioso en etapas educativas obligatorias  posteriores.

Esta prevalencia de enfermedades es perfectamente asumible por niños sanos, no obstante a la hora de decidir la conveniencia de que un niño sea atendido o no en una escuela infantil, no deben considerarse solo los riesgos sobre su salud. También debemos tener en cuenta si la familia dispone de sistemas de cuidado alternativos, así como los posibles beneficios de socialización y estimulación de la escolarización precoz.

Para minorizar estos riesgos relacionados con la salud, podrían proponerse alternativas para reducir el nivel de exposición, disminuyendo las horas de asistencia por ejemplo.

Por otro lado, si la escuela infantil elegida es de calidad, los educadores  recibirán formación sobre los principios de la transmisión de enfermedades, extremando las medidas de higiene y dictando normas claras para el manejo de los casos aparecidos y la protección de sus contactos.

Cabe destacar el importante papel que desempeña la escuela infantil en la prevención y detección precoz de trastornos en el desarrollo. Cuando el niño asiste a la E.I., los educadores y los maestros constituyen un importante agente de detección. Las condiciones que se dan en la escuela y las interacciones que se  producen en el contexto escolar, diferentes a las del medio familiar, permite poner de manifiesto la presencia de desviaciones en el proceso evolutivo, desajustes en el desarrollo psicoafectivo del niño y/o alteraciones en su comportamiento, que pueden pasar inadvertidas a los padres y/o al personal sanitario y no son detectadas hasta que el niño accede al sistema educativo. Cuando el educador infantil o maestro detecta la posible presencia de un trastorno, comunica su inquietud a la familia y deriva a pediatría activándose un protocolo que permite intervenir precozmente.

Hay evidencia científica de que los niños que han acudido a escuelas infantiles puntúan mejor en pruebas de lenguaje y que el nivel de desarrollo en la manipulación de juguetes es mayor que en lo niños que no han sido escolarizados en estas etapas.

También hay indicios de que cuanto antes se produzca el ingreso en la escuela infantil el resultado es más positivo en relación a una adaptación escolar posterior. En este sentido, también hay que señalar que algunos estudios presentan resultados que sugieren que la escolarización puede no ser recomendable en el primer año de vida.

Por todo ello, la decisión de llevar a un niño a la E.I. debe individualizarse en función de los antecedentes del niño, del tipo de cuidados que recibirá en la misma, y de los recursos familiares.

Aunque quizás no deberíamos poner el foco en la comparativa entre niños que acuden o no a  la escuela infantil, sino en qué características debe de tener esa escuela y los educadores de la misma para ser considerada de calidad y que, por tanto,  ofrezca una experiencia educativa satisfactoria. Una vez más hacemos referencia a los estudios realizados que señalan los siguientes indicadores:

  • La consistencia en el educador, que a los niños no los atienda indiscriminadamente cualquier cuidador.
  • Consistencia en la rutina, entorno físico y composición del grupo al que pertenece el niño.
  • Disponibilidad de juguetes adecuados y de espacio suficiente para
  • Formación del personal.
  • Naturaleza de la interacción del educador con el niño: la capacidad que tiene éste de individualizar el trato con cada niño.

Finalmente me gustaría enfatizar que, lejos de apropiarse de algunas de las funciones de crianza de la familia, las E.I. aportan experiencias que complementan las del hogar y que es de suma importancia elegir un centro afín a nuestro modelo educativo y actuar de manera coordinada.

Si al leer este post alguna familia se anima, el plazo de inscripción está abierto durante el mes de abril.

 

Macarena Gea Maldonado

Psicóloga sanitaria