A muchos de nosotros nos cuesta aceptar que lo que nos pasa en el cuerpo afecta a la mente y que lo que nos afecta a la mente nos afecta al cuerpo. La Universidad de Harvard y otras prestigiosas universidades lo llevan demostrando desde hace más de 40 años.

Un ejemplo lo tenemos en el ejercicio físico. Hacer todos los días media hora de ejercicio físico, no sólo hace que nuestro cuerpo se mantenga en forma y que sirva para prevenir enfermedades (enfermedades cardiovasculares, crónicas, obesidad, cáncer, Alzheimer, etc.) sino que repercute enormemente en nuestra salud mental. Está demostrado que representa un factor de protección frente a la depresión, ansiedad, reducción de estrés, mejora las capacidades cognitivas, las habilidades sociales, el autoconcepto y la resiliencia (Barbosa y Urrea, 2018).

Descanso suficiente. Dormir es incluso más importante que comer, pero muchas veces lo vivimos como una pérdida de tiempo. Es conveniente dormir al menos 7 horas diarias. No hacerlo puede afectar al sistema inmunológico, al funcionamiento del tubo digestivo, a la memoria y a la eficiencia. Además, consolida lo aprendido durante el día. Uno de los problemas de la sociedad moderna es que no nos tomamos en serio los períodos de descanso. Buscar algo de tiempo a lo largo del día para hacer pequeños descansos también es importante, aunque sólo sean 4 ó 5 minutos para dar un pequeño paseo, escuchar algo de música o simplemente tomar el sol…si no, el organismo se resiente.

Practicar la relajación o el mindfulness. El nivel de estrés es alarmante en nuestra sociedad. Vamos a todos lados muy deprisa, estamos instalados en el hacer, cuanto más mejor. Somos muy exigentes con nosotros mismos, preocupados por el trabajo, por la familia, por el futuro…tendríamos que hacer un esfuerzo por parar un poco, detenernos, detener nuestra mente para que no nos lleve a la ansiedad y la depresión. Con la práctica del mindfulness conseguimos parar el ruido de nuestra mente. Nos ayuda a cultivar nuestro interior. Está demostrado que la práctica del mindfulness consigue disminuir la frecuencia cardíaca, la ansiedad, aumenta la capacidad de atención y memoria, favorece el descanso, aumenta la oxigenación cerebral, aumenta la sensación de control sobre uno mismo y favorece la presencia del aquí y el ahora.

Mantener el contacto con tus seres queridos: amigos, familiares…haz vida social. Hay que destacar la Importancia de la conexión. La soledad es muy nociva, es un riesgo muy importante para la salud. Cuando una persona se siente rodeada de personas queridas se activa una parte inconsciente del sistema nervioso parasimpático que tiene la capacidad de mejorar la sociabilidad, mejorar la inteligencia de una persona, incluso disminuir el riesgo de contraer enfermedades.

Las personas que hablan de una manera positiva son capaces de remodelar su cerebro a través de la plasticidad neuronal. Santiago Ramón y Cajal ya intuyó esta neuroplasticidad. Se pueden formar nuevas neuronas a partir de células madres y nuevos circuitos neuronales. El pensamiento tiene la capacidad de alterar nuestra estructura del cerebro. Una persona con ilusión a pesar de las circunstancias, está liberando factores en el cerebro que le convierte en una persona más inteligente, más creativa y más capaz. Richard Davidson ha demostrado que una persona en estado meditativo por medio de la imaginación que empieza a traer a su mente pensamientos positivos, comienza a reducirse el tamaño de la amígdala, donde está el centro del miedo. La presencia del amor hace reducir el miedo. Sin embargo, una persona que se regodea de pensamientos negativos, produce liberación de cortisol, que pasa a nivel cerebral, que con el glutamato, activa el gen de la apoptosis y empiezan a morir neuronas.

Aquí te hemos señalado cinco, hay más. Cuantas más practiques, mejor. Si necesitas orientación, estamos en el Centro Intelecto para ayudarte.

 

Rocío Martínez Linares. Estudiante de Psicología.