Pandemias inesperadas, vacunas dudosas, tierras planas, asaltos al Capitolio americano, volcanes… 2020 y 2021 dan para película de catástrofes de domingo por la tarde, pero ahora se cierne sobre nosotros una nueva (e hipotética) amenaza: el gran apagón.

Venimos de una pandemia mundial que ha sido previsible para unos pocos, pero imprevisible para la mayoría. Esta capacidad de predecir catástrofes o situaciones de peligro es en lo que se fundamenta la supervivencia del ser humano. Por ello es entendible que estemos siempre en alerta ante cualquier nuevo peligro al acecho. Después de una situación tan traumática como la crisis de la COVID-19, se han disparado los intentos por prevenir más catástrofes y la que está de moda en estos momentos es el riesgo de que ocurra un gran apagón en toda Europa. Dicho riesgo ha sido predicho por la ministra de defensa del gobierno austriaco, pero ya han emergido voces que desmienten dicho riesgo o al menos disminuyen mucho su probabilidad de ocurrencia. Si quieres entender más a fondo la polémica, te invitamos a que veas este vídeo:

 

Volviendo un poco a nuestra tendencia a creer en conspiraciones e ideas un poco extrañas, debemos ser comprensivos con nosotros mismos como especie. La vida está llena de situaciones incomprensibles y devastadoras, sobre las que tenemos muy poquito margen de maniobra. Las conspiraciones nos dan una sensación de entender mejor por qué el mundo funciona como funciona y, por tanto, nos disminuyen la ansiedad y frustración que supone nuestra existencia. Además, saber lo que la mayoría no sabe, nos hace sentir especiales, más inteligentes que la mayoría. «Nuestro ego se ensancha al sentirnos el tuerto en el mundo de los ciegos».

Hay varios factores que pueden estar relacionados con la tendencia a creer en conspiraciones:
1.- Baja tolerancia a la incertidumbre.
A mayor necesidad de controlarlo todo, más facilidad para creer en alguna teoría de conspiración que dote de estructura a nuestra existencia. Y, por otro lado, cuanto más sienta una persona que carece de control sobre su vida, más probable es que concluya que su vida está controlada por un poder en la sombra.
2.- Aprendizajes y experiencias previas.
La historia personal de cada uno es muy relevante en lo que respecta a la adherencia a teorías conspirativas. Personas que han vivido eventos vitales estresantes, circunstancias injustas o situaciones de mala suerte manifiesta, pueden preferir una causa concreta y externa para tanta desdicha, en lugar de asumir la incontrolabilidad de la vida y lo aleatorio de su naturaleza.
También influye la educación científica recibida en casa y en la escuela, así como el espíritu crítico que nos hayan inculcado.
3.- Necesidad de ser únicos.
Una necesidad desmesurada de ser únicos y distintos a la mayoría, también se ha relacionado con la probabilidad de creer en conspiraciones. Pertenecer a una minoría que sabe más que la mayoría puede influir en creer alguna de estas teorías.
4.- Forma distinta de percibir.
También se ha encontrado que las personas que creen en teorías conspirativas tienen una mayor facilidad para identificar patrones que realmente no existen. A nivel perfectivo, suelen vincular elementos que en realidad no lo están y generan relaciones erróneas de causa y efecto entre ellos.

Si quieres saber más sobre este tema te invitamos a leer el libro de Ramón Nogueras, «Por qué creemos en mierdas». Ahonda en los motivos psicológicos y sociales para creer en conspiraciones y en supersticiones, con un tono distendido y directo.

Si cualquier asunto relacionado con catástrofes, pandemias o cualquier otra cuestión, te genera mucha angustia y malestar, no dudes en contactar con nosotros. ¡Podemos ayudarte!
Psicólogo: Javier Corchado.