Por suerte, y en parte gracias a las redes sociales, cada vez hablamos más sobre salud mental. Muchos famosos e influencers se han pronunciado públicamente sobre este tema, abogando por acudir a terapia, visibilizando y normalizando aspectos que hasta ahora habían sido tabú. Este fenómeno ha facilitado que muchos usuarios hablen de su propia experiencia, lo que nos ha permitido a los profesionales acercar recursos e información. Poder hablar de salud mental a través de este altavoz ha traído muchas novedades a un mundo que antes se restringía a la intimidad de la consulta o a los ambientes académicos. Una de estas novedades es que el vocabulario de la calle se llene de términos que antes eran puramente clínicos como “estoy disociando”, “me vino un flashback”, “soy imitativa/o”, entre otros muchos. Por otra parte, ciertos términos surgidos en la calle están empezando a invadir el vocabulario de las consultas; este es el caso de la neurodivergencia.
Y aunque las redes pueden ser útiles, merece la pena aclarar ciertos temas, por ello, hoy vamos a desmenuzar qué es esto de las neurodivergencias.
¿Qué es ser neurodivergente y de dónde sale este término?
Neurodivergente es una etiqueta que se aplican personas que entienden que presentan una variación natural en el desarrollo y funcionamiento cerebral. Esta variación se distanciaría de lo que se considera un desarrollo y funcionamiento normativo, que se etiquetaría como neurotípico. El fin de usar este término, no es otro, que promover la idea de que estas diferencias son parte de la diversidad humana y no un trastorno o una anomalía que necesite ser curada.Atendiendo a esta definición, las personas que acogería serían aquellas que presentan condiciones como el autismo, el TDAH, la dislexia, el síndrome de Tourette o, en definitiva, cualquier condición que se aleje de la “normalidad”. En cuanto al término en sí, fue acuñado por Kassiane Asasumasu en el año 2000 dentro de la comunidad autista para describir a las personas con neurologías atípicas. Deriva del término «neurodiversidad», introducido por la socióloga australiana Judy Singer en 1998, quien lo utilizó para destacar la diversidad natural de las mentes humanas y promover una visión más inclusiva de las diferencias neurológicas. Ninguno de los dos términos está presente en los principales manuales diagnósticos DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) ni en la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades). Es poco probable que lo estén en un futuro, ya que estos manuales se centran en clasificar y diagnosticar trastornos específicos, siendo neurodivergente, un término muy amplio que engloba diversas condiciones neurológicas.
¿Qué implica el uso de este término?
Aunque, como hemos visto, el término nace con un buen propósito, trae consigo ciertos inconvenientes y desafíos:
- En primer lugar, la viralización en redes ha conllevado cierto nivel de romantización e idealización sobre las personas que presentan trastornos mentales. En algunas cuentas, “personas neurodivergentes” hablan sobre su forma de procesar el mundo y enfrentarse a él, creando la ilusión de que sus experiencias son divertidas, bonitas o incluso mejores. Esto desvirtúa el dolor, el trabajo y el esfuerzo que deben realizar algunas personas para poder desenvolverse en situaciones cotidianas.
- La falta de consenso y ambigüedad sobre este término hace que cualquiera puede sentirse identificado. Esto puede generar el efecto contrario al deseado: en vez de ser un término que genere inclusión, podríamos crear un nuevo estigma en el que cualquiera podría caer.
¿Estamos ante un caso del Efecto Forer?
La ambigüedad en la definición de neurodivergencia puede llevar a un fenómeno similar al efecto que ocurre con los horóscopos, conocido en psicología como el Efecto Forer o Falacia de Validación Personal. Este efecto describe cómo las personas tienden a aceptar descripciones vagas y generales como altamente precisas para ellas mismas, incluso si esas descripciones podrían aplicarse a muchas personas.
El término abarca una gran variedad de condiciones neurológicas, lo que permite que muchas personas, con o sin diagnóstico, sientan que encajan dentro de esta categoría. Dado que no hay una definición estricta y universalmente aceptada, el término puede ser interpretado de manera diferente por cada persona. Este efecto puede diluir su significado y crear confusión sobre qué implica ser neurodivergente.
Por todo esto, os invitamos a reflexionar sobre las implicaciones de esta nueva etiqueta y evaluar si realmente es útil o puede generar más confusión. Ser críticos con la información que consumimos en redes sociales nos permitirá diferenciar entre recursos valiosos y conceptos.
Y ya sabéis, para cualquier comentario o duda, no dejéis de poneros en contacto con nuestro Centro.
Isabel M Roldán Lorente
Psicóloga Sanitaria AN 12129
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