Los niños tienen una lectura de la realidad, que quizá pueda tornarse a los ojos de un adulto como superficial.
«Tenemos una vida muy loca, mamá»
Me decía uno de mis hijos hace unos días.
Realmente, puede resumirse en «loca», aunque sería más acertado decir que es ajetreada, divertida, bailona… ¿Qué sé yo? Una vida de familia con hijos. Una vida a ritmo de Rock&Roll.
Establecer rutinas es necesario y no será este el único lugar dónde vais a leerlo. No es un misterio que los seres humanos necesitamos orden y hábitos que seguir para establecer un mejor ritmo de vida. Porque bailar tenemos que bailar todos, pero si sabemos los pasos que acompañan a cada ritmo, disfrutamos más el baile.
¿Acaso no os ocurre que cuando veis a dos bailando un tango o un swing os sentís embrujados? Y vosotros, ¿no os habéis lanzado a dar pasos con la mirada alta y el paso largo como si supierais bailar el tango en el salón o en la cocina de casa? ¿No habéis movido con rapidez vuestros pies intentando imitar un swing? ¡Qué divertido si tienes el cuerpo flexible de uno de tus hijos entre tus brazos y lo llevas así, de frente, como esa pareja que baila tango! Incluso entonas la melodía y la usas para acompañar tu torpe movimiento.
Así es la vida, si sabemos los pasos del baile que toca en ese momento, ciertamente podemos llegar a causar embrujo en los demás cuando nos miran. Las rutinas nos ayudan a bailar la vida de una manera más cómoda y acertada.
Lo cierto es que como en el baile, hay que saber improvisar, pues puede haber un tropiezo o una caída, y uno debe reponerse rápidamente y seguir en movimiento.
«El baile es una forma de llegar a la belleza, de dominar cada músculo y lanzarlo a la felicidad»
Maurice Béjart
Me viene a la mente ese momento en Dirty Dancing cuando Baby (Jennifer Gray) se queda paralizada y no da el salto ante un montón de miradas. De repente, improvisa un movimiento torpe y rápido, que el joven Patrick Swayce reconduce al paso indicado.
Con los niños nuestro baile está lleno de tropiezos. Las rutinas se ven alteradas por pequeños pisotones que nos desconciertan e incluso nos enfadan ¡con lo bien que estábamos bailando!
Pero, somos padres y somos adultos y es nuestra responsabilidad hacer de Patrick Swayce y reconducir ese tropiezo al movimiento indicado.
Los niños alteran nuestras capacidades. No solo eso, los niños mejoran en ocasiones nuestros pasos de baile. Por supuesto que nada es color de rosa y la vida en familia tiene más tropiezos que pasos acertados. Pero, el secreto es persistir, reconducir a la rutina y enseñar hábitos que les ayudan a bailar mejor.
No vaya nadie a caer en el error de la inflexibilidad. Ciertamente es necesario dejar algún espacio de «baile a lo loco» o al menos saber que si hay un tropiezo, no pasa nada, porque mañana podemos volver a bailar. Nuestra rigidez solo puede traer niños irascibles y malhumorados. Además, les enseñaremos lo contrario a enfrentarse a los pisotones de la vida. Así que, una vez más hay que mantener el equilibrio entre rutina e imprevisto, entre baile de salón y baile en el salón.
Aquí en Varsovia, como allí, el otoño invita a salir a recoger hojas para hacer manualidades, buscar rutas de senderismo y con bocata en la mochila irnos de excursión, sentarnos a tomar un chocolate caliente y jugar a las cartas… Aprovechad e incluid rutinas que rompan con la monotonía.
Poned otra música para bailar a vuestros hijos, que ritmos hay muchos y pasos aún más y, creo que estaréis conmigo: una de las mejores cosas de la vida es mirar a un niño bailar. Salta, se ríe, se apasiona con el movimiento de su cuerpo, da igual si lo hace mal, porque el niño siente que lo hace tan bien, que a nosotros adultos, nos embruja.
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