Dejar marchar a alguien o aceptar la marcha de algún ser querido nos pone por delante una serie de retos.

El primero de ellos es la Negación: Esto no está ocurriendo, esto no me puede estar pasando… son frases que nos impiden avanzar en el serpenteante camino del duelo. Aceptar que esta negación va a aparecer y que hay que confrontarla con la realidad, será un primer paso para avanzar. A veces la realidad nos la muestra el día a día que continúa aunque quisiéramos que se parara con nosotros, a veces es un sueño en el que nos vemos con la persona en cuestión. Al final, confrontar a la negación con la realidad, nos hace crecer.

La Rabia: Es injusto, no me lo merezco o no se lo merecía. El enfado con la vida nos hace sacar de nosotros todo el enfado hacia lo que consideramos una injusticia. Esta emoción se convierte en un aliado para sacarnos de la resignación y nos mueve a la acción, a hacer cosas, a cumplir promesas o a vivir más intensamente.

La Culpa: Cuando perdemos a alguien toda nuestros cimientos emocionales de desmoronan y es entonces cuando empezamos a plantearnos cómo podríamos haber hecho las cosas diferentes. Este es un planteamiento normal que hay que aceptar pero no perpetuar. Por suerte en algún momento de este camino dejamos la culpa marchar, y empezamos a sentir el amor como la emoción fundamental que nos unía a esa persona. En nuestras relaciones personales todos cometemos errores, y en momentos de duelo un paso adelante es saber perdonarnos esos errores y los de la persona que ya no está.

El Miedo. ¿Cómo voy a seguir adelante solo/a? Esta emoción se instala en nosotros en los primeros meses del duelo, cuando la incertidumbre vital nos ha recordado que en cualquier momento la vida cambia. Los seres humanos somos en general resilientes y aceptamos las pérdidas sacando de ellas el lado del aprendizaje y sintiéndonos cada vez más capaces de seguir adelante. Pero tenemos que entender que estos procesos tienen sus tiempos y que cada persona es diferente en el tiempo de aceptación y aprendizaje.

Cuando hemos tenido una perdida grande para sentirnos seguros necesitamos saber que no vamos a volver a perder a nadie, pero hay una creencia que dice que para no perder hay que aprender a soltar. Quizá es una reflexión en la que apoyarnos para no perpetuar el duelo, aprender a soltar significa dejar ir, no es olvidar, sino volver a vivir sin la persona que ya no te acompaña.

Autor: Maripaz Rinconada Lorenzo, Psicóloga