Atravesar un proceso oncológico no es nada fácil. Desde que la persona empieza a hacerse las pruebas, ante la posibilidad de padecerlo, aparecen los primeros síntomas de estrés y ansiedad.

El cáncer está asociado a dolor, malestar e incluso muerte. Estas ideas hacen que el simple hecho de suponer que lo hemos desarrollado nos provoca mucha angustia e inquietud. Después del diagnóstico se magnifican estos síntomas ya que el paciente tendrá que tomar ciertas decisiones. Una vez iniciados los tratamientos se mantienen estas señales, fluctuando en intensidad en función de cada historia individual (visitas médicas, tipo de intervenciones, etc.)

Acabado el proceso inicial aparece sintomatología asociada a un proceso de duelo ya que la persona no es la misma de hace unos meses, necesita reubicar todo lo ocurrido y asimilar las pérdidas que le haya ocasionado la enfermedad (corporal, laborales, sociales, familiares, cambios de hábitos, etc.).

A esto se le añade el temor a una recidiva, es decir, a que reaparezca el cáncer. Hablamos de una enfermedad que puede durar años y son años donde el estrés, la tensión, la ansiedad y la tristeza van a estar muy presentes.

Según ciertas investigaciones (Instituto Walter y Eliza Hall, 2016), tanto la depresión como la desesperanza son capaces de reducir las funciones de unas células de nuestro organismo, concretamente las células NK, influyendo en la aparición, desarrollo y recurrencia del cáncer. También se han hechos muchos estudios sobre la influencia del estrés en la inmunología del organismo.

Todo esto hace plantearnos la necesidad de una asistencia psicológica de calidad durante el proceso oncológico. Los recursos personales y el estilo de afrontamiento facilitan al enfermo a adaptarse al proceso de la enfermedad.

Los motivos del paciente para hacer terapia durante un proceso oncológico suelen ser muy diversos. Desde cómo comunicar a los hijos que se tiene cáncer, como controlar la enfermedad, como afrontar el malestar que se siente, como expresar las emociones de tristeza, la sexualidad, hábitos de alimentación, ejercicio, etc. La persona acude a un servicio de psicooncología como un recurso para hacer frente a la enfermedad. La atención psicooncológica aborda la problemática psíquica individual y también la familiar. Y lo hace con un criterio abarcador ya que el cáncer puede convertirse en un drama para la familia y los amigos. Ellos también están afectados por la enfermedad. La familia suele ser un apoyo importante para el paciente y es necesario que se encuentren emocionalmente bien. Además, si existen algunos problemas dentro del núcleo familiar o simplemente los familiares actúan de forma poco favorable (sobreproteger al enfermo, miedo a hablar de la enfermedad, excesiva ansiedad en el ambiente) la terapia psicológica familiar es aun más necesaria puesto que ese contexto incide negativamente en el enfermo. Las terapias de familias suelen ser muy eficaces en este aspecto. Para nosotros, los psicooncólogos, el poder trabajar también con la familia nos ayuda enormemente. Poder incluirlos en la terapia desde el principio es un ingrediente fundamental para el tratamiento eficaz del cáncer.

Aliviamos nuestro cuerpo, resolviendo nuestros conflictos y sanando nuestra mente.

Autor: Esther Redolosi Sánchez, psicóloga sanitaria especialista en psicooncología. COL:AN-5714