En el S.XXI el estrés se ha desbordado en Occidente. Es una realidad innegable. Son múltiples las intervenciones, la bibliografía, las investigaciones que, desde diferentes puntos de vista, abordan no sólo sus causas, sino también el intentar realizar un tratamiento eficaz porque el estrés genera una respuesta de huir o pelear y si esto se produce con demasiada frecuencia se puede estar ante un Síndrome de Adaptación General (SAG), lo que conllevará como bien se explica en Larsen y Buss (2005) un deterioro importante de la persona.

Pero la enfermedad en sí misma tiene un factor común que se repite; a saber, el estrés. Así, según el tipo de enfermedad que se padezca y según las características de personalidad que se tengan, así es posible manejar el estrés.

La persona tiene que relacionarse con los estresores (los acontecimientos bien externos o internos). No siempre esto se hace con tranquilidad porque la vida no es precisamente fácil. Muchas veces se producen de forma circunstancial aspectos que influyen directamente en que se genere una respuesta de estrés. Esto puede ser algo puntual, que nos avisa sobre un peligro y el cerebro se prepara para ello: imaginemos que vamos por una carretera de montaña y se produce una tormenta; notaremos el efecto de nuestro cerebro porque nos avisará de manera muy gráfica de que tenemos que ir más despacio, abrir más los ojos; en definitiva, ser más prudentes. Es una cuestión de supervivencia. Pero ¿qué pasa si somos muy nerviosos o si se padece de vértigo o si se tiene un recuerdo de algo que le pasó a alguien en una situación similar? Efectivamente, la respuesta es fácil: nuestro estrés será mayor. Lo mismo puede pasar en sentido contrario y ahí el estrés será liberado de mejor forma.

Pero, ¿y si la persona no se tiene que enfrentar a una situación estresante vital y puntual pero de forma cotidiana se sobrecarga a diario y no se está dando cuenta? Es decir, imaginemos que tiene una vasija en la que se van llenando pequeños estresores a los que no se les está prestando atención. Pueden ser en el ámbito laboral, pueden ser en el familiar, personal, social, etc. Ya hemos dicho, que la vida es algo compleja por lo que, esos estresores van acompañados también de otras circunstancias paralelas y de la propia personalidad. El resultado sería el mismo que si estamos en aquella carretera de montaña y puede llegar un momento en que el cerebro ya no pueda más. ¿Resultado? De nuevo la enfermedad (física y/o psíquica)

Siempre se puede prevenir el estrés. Esta es la buena noticia. En nuestros talleres de manejo del estrés se consiguen aprender estrategias para detectar los estresores, para manejar las emociones, para favorecer la salud. Están hechos para grupos pequeños (máximo 12 personas y pensados para que sean totalmente prácticos y vivenciales) porque se puede vivir sin una compañía tan indeseable e insana. No te quedes con las ganas de comprobarlo.

Te esperamos en este gran Proyecto. Infórmate en nuestro Centro.
Impartido por la Dra. Mª Pilar Berzosa Grande (Psicóloga clínica. COL-AN.1815)